sábado, 26 de junio de 2010

La previa

El flan perfecto insiste, a riesgo de ser catalogado como oportunista, con este asunto del mundial. No porque haya mucho que decir, más bien por una cuestión histórica, porque hace cuatro años perdió su chance viviendo el mundo real, conversando con gente de carne y hueso, expuesto a quién sabe cuántos riesgos. A la posibilidad de tartamudear ante una chica linda y quedar como un tonto, y a algún virus que de seguro andaba por ahí sin tanta prensa. Hoy por hoy es mejor refugiarse en la web y en una retórica por lo menos releída.
El flan perfecto hace la previa en la blogósfera, sin lluvia, comprometido con el sentimiento nacional. Transita el sendero de la prensa exitista y la de los cautelosos. Se alegra por sus vecinos latinoamericanos a la vez que esconde un oscuro resentimiento. Aunque leído en más de 60 naciones, no puede evitar sentir cierta resistencia a la cultura argentina de exportación. Primero defenestraron al film Un argentino en Nueva York, y ahora esto, reflexiona.
El flan perfecto está contento con la formación para enfrentar a México. Insiste en que hay ciertas remeras ajustadas que no son apropiadas para un juego que se suele ver en familia y con algunas mujeres propensas al grito agudo, pero en cierta forma se ha ido acostumbrado al libertinaje reinante. Espera que mucha gente viva el encuentro como vive su vida: frente a un televisor y llenando un vacío que se parece al hambre con snacks. Pero eso no tiene que desalentar a un país, arenga. Para eso están los noticieros y un par de siglos de historia política.
El flan perfecto intenta no ser pesado, pero recomienda fervientemente abstenerse por hoy del tequila y de la tentación de contratar mariachis. No es xenofobia, aclara, pero quién sabe qué andarán diciendo tras esos exagerados bigotes.
Por último insta y se comprote a festejar en paz. Entre amigos, con la familia, trasladando el espíritu de equipo a lo cotidiano. Porque un país serio se construye desde abajo, según dicen, y el flan perfecto no puede evitar el mensaje social que desde el principio y en cada una de sus líneas ha intentado transmitir.

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