viernes, 23 de octubre de 2009

Parte del barro

Debió parecerle una buena idea tirarse sobre el pasto boca arriba, porque eso fue precisamente lo que hizo.
Debió sospechar que la humedad del suelo iba a enfriar al menos la mitad de su cuerpo y que el rocío se ocuparía del resto.
Debió saber que estaba algo triste, porque dejó escapar unas cuantas lágrimas, que cayeron en dos bandos, uno a cada lado de su rostro.
Debió haberse dormido en medio de esos pastos, que a la altura de sus ojos eran verdaderos edificios.
Debió despertarse con la mañana, y ver su cuerpo bajo el blanco de la escarcha.
Debió desayunar casa adentro, tiritar un buen rato y sentirse reanimado.
O moverse aunque sea un poco. Evitar volverse parte del barro.

lunes, 5 de octubre de 2009

Pero poco le importa

Prima la premeditación, la mesura y un espíritu conservador de infinita inercia. Un colectivo cada vez más difícil de frenar al que ya se está acostumbrando.

n así el joven optimista tiene fe en pequeños sucesos, que de tan periódicos se asemejan a una liga interminable, capaz de relativizar cualquier derrota.

Se sube a una gastada tarima para ver con cierta altura la semana. Achina los ojos y demuestra una envidiable concentración al elegir un evento. Por azarosa, se duda de que exista tal selección, pero al muchacho poco le importa, porque repite aquella mímica sistemáticamente.

Cuenta algunas fichas que saca de su bolsillo y que por tanto ir y venir han perdido el brillo, y las tira con desdén al casillero elegido.

No importa qué sea, el muchacho se pronuncia y, agendado el asunto, decide esperarlo. Lo convierte en un fin. Para que existan los medios; y para hacerlos más llevaderos.

Se lo inyecta con frecuencia y se nutre. Agiliza sus pasos que como ingenuos mocosos planean aventajar al tiempo, convencerlo de que no es absoluto. Camina erguido, dando la impresión de buscar una bocanada de aire cada vez más grande, y espía sin ninn disimulo su porvenir más cercano. Acomoda pensamientos que son muy vagos pero que suelen dar una idea y les explica cuál debería ser la verdadera idea.

Dispone del tiempo para aggiornar su objetivo. Se detiene casi siempre en los mismos detalles y los planea para que salgan exactamente al revés. Pero al menos, piensa en ocasiones, la cuestión ya está masticada.

Se le sabe lo simpático y se le desconoce lo metódico, aunque para el joven suelen ser las caras de una misma cosa. Pocas veces separa una sonrisa de lo que vendrá, sin ignorar que pueda terminar siendo de lo más auténtica.

Eso ya lo sabe pero poco le importa, y a pocas horas del futuro, el muchacho ya ha estado unas cuantas veces ahí.