jueves, 17 de junio de 2010

El argentino promedio

El patriota hoy salió en patota. Los supermercados chinos cerraron por miedo a represalias. Por miedo a que los confundan con coreanos del sur y a titubear a la hora de explicar su procedencia, en el marco de un castellano poco fluido.

El argentino promedio desayunó medialunas. Por gusto, por cábala. Y en menor medida por reactivar el mercado panadero, en detrimento de las grandes panificadoras multinacionales.
La escasez de materia prima golpeó a toda la república, completando en ocasiones el faltante con cal y otras harinas genéricas.

El argentino promedio gritó más el tercer gol que el primero. Por miedo al empate. Y en menor medida porque ya estaba despabilado.
Corea se manducó un gol en contra en concepto de cena, o como un aperitivo, si mis cálculos horarios no fallan.

El argentino promedio no pudo menos que salir a la calle. Ver blanco, ver celeste. No pudo menos que ir con la cabeza erguida, compensar el declive natural de su idiosincrasia.
Ensució el reverso del cuello de sus camisetas, como un ejército de petisos mirando al cielo.

El argentino promedio saca promedios de lo que le conviene. Para medir la inflación y para hablar de estándares internacionales. Pero en promedio los quiero a todos, porque viven cerca. Y en menor medida porque me conviene.

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