lunes, 14 de diciembre de 2009
Palabras
Las palabras como residuo de la noche pasada. Apenas el polvo, el recuento. Y lo arbitrario. Cada letra que vale por mil. Porque las imágenes. Y porque los mitos.
Las palabras porque el deseo y porque el hambre. Cada letra, mil futuros como fábulas. Y una coincidencia. Como el azar y como el amor. Porque la vida. Como todo.
Las palabras para ella. Porque el decirlo y el pronunciarlo. Cada letra como un bote que hace agua. Por lo vago. Porque buscarlas. Y por todo.
Las palabras para mí. Como una aspirina. Porque las ideas y porque el cansancio. Cada letra que vuelve al revés. Porque el lector. Y el amigo del lector.
Las palabras porque sí. Porque hay que decir muchas por día. Y por lo de la risa. Que también. Como un ejercicio. Porque el corazón y porque la familia.
Las palabras para más palabras. Como un pinchazo. Porque el otro. Cada letra un acierto o un absurdo. Porque los juicios.
Las palabras como líneas y sombras. Porque el contorno y porque los puntos. Cada letra y sus compañeras para descubrirnos. Porque el miedo. Y porque los gritos.
jueves, 19 de noviembre de 2009
Cerco
viernes, 23 de octubre de 2009
Parte del barro
Debió sospechar que la humedad del suelo iba a enfriar al menos la mitad de su cuerpo y que el rocío se ocuparía del resto.
Debió saber que estaba algo triste, porque dejó escapar unas cuantas lágrimas, que cayeron en dos bandos, uno a cada lado de su rostro.
Debió haberse dormido en medio de esos pastos, que a la altura de sus ojos eran verdaderos edificios.
Debió despertarse con la mañana, y ver su cuerpo bajo el blanco de la escarcha.
Debió desayunar casa adentro, tiritar un buen rato y sentirse reanimado.
O moverse aunque sea un poco. Evitar volverse parte del barro.
lunes, 5 de octubre de 2009
Pero poco le importa
Prima la
Aú
Cue
No im
Dis
Eso ya lo sabe
domingo, 30 de agosto de 2009
Blanco
Descansa la vista mirando fijo un punto blanco, en la alguna parte de la pared blanca de su cuarto. Objetivo y periferia son igualmente claros, convirtiendo al todo en un universo único y deshabitado.
Tararea una canción poco conocida de la que ni él recuerda al autor y por primera vez se siente libre al pensar en si le gusta o no. Decide que no. Después recuerda quién la canta y se lamenta de su juicio.
La mel
L
Se le cansa la vista de la blancura del blanco. La desvía a la pared de ladrillo que tantas veces piensa en pintar y que tantas veces olvida simplemente volviendo al lado blanco de su cuarto.
C
La mel
El tema va llega
miércoles, 19 de agosto de 2009
Orden
Seamos fríos. Es más fácil, más práctico. Lloremos de emoción y no de tristeza. El Ejército no lo permite. Pongamos un objetivo y no lo alcancemos nunca. Corramos hacia a él.
Consigamos una novia y acostémosnos con ella. Digamos cosas lindas en su oído y durmamos. No nos dejemos pensar, ¿o acaso nos gusta el peligro?
Lleguemos a amarla y planeemos la Revolución. Sobornemos uno a uno a los oficiales. Dejémosla crecer. Armémosnos y tomemos su cuartel. Asesinemos al General. Colguemos su cabeza en la plaza.
Vivamos el Caos y pongámoslo en un altar. Empecemos a conocer sus limitaciones, a recordarlas. Mirémosnos con vergüenza y no digamos nada. Sepamos que algo vuelve. Mejor no lo nombremos. Levantémosnos en armas y gritemos. Demos otro Golpe. Llamémosle Verdad.
martes, 11 de agosto de 2009
Un cuerpo cayó
Divisé primero la aldea y sostuve la mirada por un tiempo. Pronto mis pupilas se acostumbraron al sol y a la bruma. Pude ver las calles de la entrada, las casas de barro y gente de espíritu grave.
Me adelanté a vivir con ellos. Supe escucharlos en silencio. Aprendí sus rezos y sus plegarias, acudí a sus ritos con respeto. Conseguí mi tierra y construí su techo. Trabajé con ellos, descansé a solas y me enamoré en secreto.
Enfermé de viejo, con la piel rajada. Esperé sentado y miré cuesta abajo las curvas del regreso. Avisté entre los cerros aquel punto en el camino y sostuve la mirada por un tiempo. Pronto mis pupilas se acostumbraron al sol y a la bruma.
Un cuerpo cayó. Primero en sus rodillas, después sobre la palma pálida de sus manos, y por último, en la orilla izquierda del camino.
martes, 4 de agosto de 2009
Los colorados
El h
De haber estado más despabilado hubiera detenido su tarea e improvisado algún argumento para explicar la presencia de aquel colorido inquilino. Se limita a afeitarlo y se promete no preocuparse, esperar, y ver si vuelve.
Mañana siguiente. Suena el despertador y se sobresalta. No durmió mucho. El asunto del colorado lo tiene realmente preocupado. También hoy hay saliva sobre su almohada. Se tambalea con decisión hasta el baño y se para sin preámbulos frente al espejo, pero no puede ver por la minúscula rendija de sus ojos. Se lava
Quien lo atiende es de su confianza, lo visita con frecuencia, y el que sea un hombre de ciencia lo llena de tranquilidad. Se dan la mano y antes de que el doctor pregunte nada, el hombre le explica en tono de urgencia su problema. El médico lo mira, le levanta el mentón, piensa, se cruza de brazos. El diagnóstico se hace esperar. No llega nunca. Por primera vez en años ese hombre diplomado no tiene una respuesta. Intenta tranquilizarlo, grave no es. Tal vez tengas algún pariente pelirrojo, interroga. No, doctor, todos morochos desde hace varias generaciones. Qué curioso, exclama sin mucho entusiasmo el de blanco.
Cami
Una semana más tarde, su barba era completamente pelirroja y su cabello seguía el mismo camino. Ya no iba a trabajar, pasaba las horas engordando de imágenes frente a la televisión. ¿Cómo podía salir a la calle si ya era casi un pelirrojo? ¿Y para qué iba a salir?, pensó, si su único problema no tenía solución, yacía triste y olvidado a un costado de la ciencia.
lunes, 27 de julio de 2009
Supone un auditorio ávido, un público culto, luz tenue y humo de fumadores virtuales.
Cree en la palabra y no en muchas cosas más. Adhiere a ideales pero no protesta. Usa con exagerada frecuencia el punto seguido, duda del correcto uso de los demás.
El flan perfecto es un lugar primitivo. Pretende mezclarse con otros mundos pero les teme.
Supone que no se está despersonalizando, que la pantalla es un puente a lo auténtico. Cree que un diseño predeterminado agregará valor a las diferencias y que las similitudes, cuando reales, cerrarán un trabajo que se le escapa. Adhiere a las condiciones de uso y a los derechos de propiedad, pero sólo lee los primeros tres renglones. Usa poco las comillas y los dos puntos, por puro capricho y para mostrarse prejuicioso.
El flan perfecto es un hecho. Abre sus puertas, cuelga un cartel ilegible en el zócalo más incómodo de una de ellas y procura distraer mientras escapa sombras adentro.
Un hombre de gran porte, con gestos decididos lo arranca y reproduce con firmeza aquello que parece escrito con los pies.
¨Bienvenidos a El flan perfecto¨, y los primeros pasos crujen del otro lado del umbral.