domingo, 22 de septiembre de 2013

Nómade y sucio

El flan perfecto cambia de hogar como de calzoncillo, revelando un andar nómade y sucio, como el de los camiones de basura o el de Hugo Moyano. "Estoy hablando de política", aclara para los mal pensados que ya estaban telefoneando al Inadi. Muda sus años que pesan tanto como los muebles y que también llevan impresos golpes que los marcaron para siempre.
Cambia de barrio pero no de ambiente. Porque la clase media tiene copada la parte media de la capital y desde ahí lanza sus gritos y sus prejuicios que alcanzan a toda la república, o a lo que queda de ella, luego del flagelo kirchnerista. El porteño nace europeo y defiende lo suyo a capa y espada, porque tiene el puerto y tiene la aduana, y a los salvajes los manda bien al sur, con un egoísmo que navega las aguas de la indiferencia y se deposita en las urnas.
El flan perfecto recibe la primavera y piensa que después de un año de traslación terrestre, pasar de Palermo a Villa Crespo no debería siquiera mencionarse. Pero las hormigas ven lo que su altura les permite y el jardín de edificios mal podados es todo para ellas.
Despierta lentamente del eterno sueño noventista, pero en la tele está Massa y la confusión es inevitable. Despierta lentamente porque los encargados de levantarlo también se quedaron dormidos y gritarles a esta altura puede ser peligroso.
Cuando arranca la primavera y llueve, el flan perfecto ya no va al parque a sentirse un secundario, saca las macetas al balcón, les cuenta la historia de los vencidos y, viendo el agua caer, espera que florezcan mil flores.






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