jueves, 13 de octubre de 2011

El frío de los suburbios

Vuelve el flan perfecto como vuelven algunos políticos, sin que lo llamen y con las mismas ideas. Aparece cuando vienen el buen tiempo y el viento de cola, como las inversiones, ante público que no olvida ni perdona pero que deja pasar, como Adam Smith.  El flan perfecto escribe desde tierras lejanas, a unos cuantos cientos de metros de su casa natal, con el frío de los suburbios que no alcanza a ser compensado por la migración hacia el Norte, y con la inseguridad en su máxima expresión, en el oscuro barrio de Palermo.

Vuelve también el fantasma de la guerra con un país vecino. Esta vez es el ejército charrúa al acecho, disfrazando sus oscuras intenciones tras un arsenal de termos bajo el brazo. Cualquiera que haya visto los Transformers o Troya sabe que cualquier objeto es una amenza potencial y que al terror hay que combatirlo con terror. "La filosofía yanqui al servicio de Latinoamérica", dice por ahí un porteño medio garca, autor de artículos como "El capital al servicio del hombre de Capital" y "Retenciones y campaña del desierto: soluciones para un problema interior".
Tanto conflicto deja pensando al flan perfecto. "Al final vivir en el Río de la Plata o en la Franja de Gaza es casi lo mismo", reflexiona con visible desazón.

Lo que se va es el horrible invierno, con sus horribles agostos a un horrible recoveco de nuestra conciencia. Que se vaya a azotar canadienses, opina el flan perfecto pensando sin dudas en el Michael Bublé que se robó a su Luisana Lopilato. "Ese sí es motivo de guerra", declara y piensa en los uruguayos con un renovado cariño fraternal. "El gaucho argentino no perdona a nadie que esté por encima del Ecuador", sentencia pensando en imponer serias trabas a sus importaciones, arma del macho patagónico por excelencia.

"Si la primavera es un puente entre el invierno y el verano, a ver quién es el valiente que se anima a hacerme un piquete", desafía a los charrúas nuevamente enemigos y a Quebracho en una sola oración, caminando por la cornisa entre el coraje y la estupidez. "Estás abriendo demasiados frentes", susurran sus allegados, despedidos por prudentes del ala más combativa del kirchnerismo. Pero el flan perfecto es pasional como el tango y mantiene su postura. Puede que el día de mañana se arrepienta, pero una vez arrojada la piedra no piensa esconder la mano.

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