domingo, 1 de agosto de 2010

Alego falta de talento

Se me pide desde la dirección un escrito por semana. Alego falta de talento y de ideas. Solicito libertad, un espacio dominado por la inspiración y no por el consumo como ansiolítico. El exceso de información es desinformación, arrojo para distraer, procurando parecer misterioso.
Se me dice que hay que competir con Facebook y con Twitter, que lo que ellos puedan pensar es anecdótico. Que las corrientes son rápidas y queda en nosotros alcanzar su vorágine, afianzarnos como parte del caos.
Se me hace trabajar por el pancho y la Coca, alejado de mis afectos, en el subsuelo de la redacción. Propongo se me permitan paseos, para fomentar la creatividad y para alimentarla. Necesito ver el verde, digo casi entre lágrimas.
El del traje, el de los billetes, no se inmuta. Permanece pensativo y adivino sus deseos de golpearme. Pero un destello de bondad asoma y promete estudiar la compra de algunas plantas, si me comprometo a regarlas con regularidad. Asiento, cabizbajo y antes de que pueda decir una palabra más el hombre se aleja, zapatea las escaleras y divide su mundo del mío con un portazo violento, cargado de sentido.
Las manos sobre el teclado titubean, tiemblan por el miedo y por el frío. Pero desprenden frases dentro de todo coherentes; prometen esfuerzo, dedicación.
Un cuerpo casi enroscado, una joroba digna de la introversión dibujan mi contorno en la penumbra. Me avalanzo sobre mi conciencia y arranco unos cuantos pensamientos para desparramarlos sobre la hoja, cansado de ver el cursor que titila, burlándose de mis silencios.
Las palabras empiezan a fluir, como un turbio torrente de dolor, alimentado por horas de trabajo subterráneo, con las ojeras de las ojeras, superpuestas en oscuros matices de muerte.
Aunque las detengo respeto el mínimo de caracteres. Sopeso la posibilidad de renunciar.
Negreros, digo sobre el cierre, con un asco que no terminaría de expresar ni en formato de novela, dispuesta en pesados capítulos virtuales. Pedirme un escrito por semana es casi tan grave como la censura, escribo y lo sello con un enter, a la espera de una brutal represalia.

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