Cuando quedan sólo dos días para que los amigos del flan perfecto compren un libro, o se decidan entre Clarín y Página 12, un nuevo escrito aparece. Quizás con los indeseables rasgos de la urgencia, como los del fraude o los de una larga fila hacia el baño.
Aparece entre las sombras de horribles sucesos orientales: un terremoto que se mide en una escala sin límite superior; el asesinato de un chino en circunstancias dudosas, a metros del Parque Centenario; el aumento de los precios inmobiliarios en Punta del Este.
El flan perfecto escribe descansado por el fin de semana largo, con un puente glorioso entre la memoria y el tenis, entre la acción civil y el reposo académico (¨para no perturbar la conciencia¨, se justifica).
Activa el modo automático para evitar el stress y el compromiso del mismo modo que lo hace en su trabajo. No se excusa por su doble vida pero aclara que lo hace sólo por el dinero, como la chica que trabaja de su cuerpo, para recuperar las sucesivas quiebras de un blog deficitario.
Por otro lado advierte que es normal pasar desapercibido en esta época en que todos andan ocupados criticando a Vargas Llosa. No es que se compare con él, sólo que cree tener un corazón más noble. ¨Quiéranme porque los quiero, no por lo que escribo¨, arroja su manotazo de ahogado.
Enterado de la fecha de elecciones de la ciudad (y de la reprogramación de la Davis), el flan perfecto anticipa su voto no positivo al tío Macri, pero pide a su sucesor que continúe con las obras en las ciclovías y que los del bicing obliguen a los ciclistas a usar casco (¨no seas cabeza dura¨, propone como eslogan sin estar seguro de que el mensaje sea correcto).
Como cierre obligado, se pronuncia en contra de la polarización y a favor del debate y se le ocurre que una consigna similar a la del bicing podría funcionar.
Me extrañó la falta de algún comentario acerca de los sucesos en el mundo árabe. Pero no me extrañó encontrar párrafos con carisma y personalidad.
ResponderEliminarSaludos Flan!